“Lo cool”, la quiebra de un régimen emocional
Cuando el historiador Peter N Stearn escribió la historia emocional de cómo se fue estableciendo el “American Cool”, la planteó como una “lógica” más que cómo un “régimen emocional”. Esto quiere decir que, a diferencia de los regímenes emocionales que planteó el historiador William Reddy, las lógicas serían absorbidas socialmente sin necesidad de tanto ejercicio del poder. En cualquier caso “lo cool” — casi todo el mundo (probablemente no sólo “occidentales”) hoy sabe (y siente) qué significa cool — , fue inculcado a veces con severas normativas y fuertes luchas sindicales y rechazo social a ciertas prácticas que implicaban violencia, por ejemplo en el medio laboral. Para Stearn, “lo cool” (al estilo de EEUU) emerge en los años veinte y se asienta en los años sesenta del siglo XX, como una lógica emocional donde es más importante la amabilidad que la expresión apasionada de los sentimientos, como quizá se hacía en la época victoriana (tradicionalmente entendida como una cultura emocional reprimida).
Esta óptica que proporciona la historia de las emociones, permite entender mejor el lamento, fácilmente rastreable en noticas de periódicos como el NYT, por la polarización social de la sociedad norteamericana, especialmente tras el (terrible) triunfo de Trump, En este lamento subyace la crudeza (¿apasionada, crispada?) con la que se expresan diferencias raciales, de género, sociales y de valores culturales, diferencias que quedaban ocultas por el régimen de lo cool, especialmente por su manifestación más extrema: aquello que conocíamos como “lo políticamente correcto”. Stearn debate muchas formas en las que se concreta el estilo/régimen cool: desde la evolución del amor de madre, al rechazo de la práctica habitual del castigo físico, por capataces, entre trabajadores portuarios. Merece la pena conocer su libro, especialmente en unos momentos históricos como los que atraviesan los EEUU en este momento que parecen indicar una quiebra de “lo cool” como régimen emocional hegemónico.
Por poner un ejemplo, las palabras recientes del presentador Joshua Johnson, invitando a dejar de disimular o disfrazar el dolor y mostrar de forma apasionada la profunda tristeza colectiva ante la situación que la pandemia (y su nula gestión por la presidencia trumpiana) ha ocasionado, y que la presentadora Sara Sidner manifestaba, sin poderse contener y arrasada en lágrimas, ante las cámaras televisivas (“chokes up” decía la notica de CNN[1]). Usar este proceso contemporáneo estadounidense como espejo para una sociedad como la nuestra, da mucho que pensar. Llama la atención que sean presentadores afroamericanos quienes hayan roto el “cool”, expresando el dolor y desolación incluso haciendo un llamamiento (“yo no soy terapeuta”, dice Joshua Johnson en la noticia[2]) a la necesaria expresión emocional del dolor, sin disimulos. Es un apunte rápido: también nuestra sociedad muestra un gradiente norte/sur y racializado respecto a la tolerancia en la expresión de lo emocional, especialmente de la tristeza que, cada vez más, sin lutos ni rituales, parece demandar que la tristeza o el duelo se viva de forma comedida, sin alardes expresivos, muy cool en las formas y rápidamente superada con acción y entretenimiento. ¿Quién recuerda hoy aquellos lutos largos, expresados en las ropas, en encierros en la casa -especialmente dolosos para las mujeres-, incluso en la prohibición tácita de rechazar todo entretenimiento? Pero escribiendo esto, me pregunto ¿dónde está y cómo está expresándose todo el dolor de estos meses en nuestra sociedad? (Ya nos advertían compañeras feministas de Píkara de la falta de modelos para el luto en esta crisis de cuidados https://www.pikaramagazine.com/2020/04/el-luto-tras-el-coronavirus-una-reflexion-feminista/ ) ¿Qué estamos haciendo con el dolor por tantos familiares muertos, por tanto aislamiento social, por todo el afecto que hemos perdido al perder nuestra dinámica interacción social, por tanta incertidumbre y desconcierto?
Quizá el cambio de régimen o lógica emocional no sólo está ocurriendo en EEUU, también nuestra sociedad está viviendo cambios en la autovaloración de nuestras emociones (desde la crueldad estúpida de gente de la política (neoliberal), hasta la falta de expresiones de dolor ante las cámaras en nuestros telediarios plagados de curvas que hay que doblegar). Cambios, también, en los valores mismos, en las reacciones ante el dolor de los demás y, quizá, ante la mera presencia de los demás. Cada cual tendrá su peculiar vivencia biográfica de estos duelos, pero no creo que sea exagerado aventurar que estamos asistiendo a un profundo cambio de régimen emocional.
[1] https://youtu.be/Du5HjRpAliE
[2] https://twitter.com/theweekmsnbc/status/1350639079189340160?s=21
Written by @dol-cezza Rosa Medina Domenech